viernes, 7 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.4 (Beta-WIP)

Aquí os dejo el siguiente trozo, espero que alguien se digne a comentar algo algún día, que los consejos y las críticas siempre vienen bien:


Atónita, la joven encapuchada, se detuvo frente a la alambrada que envolvía el hangar donde el IS Achelon aguardaba el momento de su despegue.
Sus ojos no daban crédito de lo que veían. Sabía que iba a ser una nave grande, que aquel monstruo de metal sería terrorífico, pero nunca imaginó que pudiese llegar a ser tan increiblemente grande.
Daba la sensación que si intentabas contemplarlo en su totalidad desde la cercanía tus ojos siempre perderían alguna parte y tu cuello terminaría por quebrarse.

Tras unos instantes logró dominar su asombro y buscó el punto que le habían dicho. Su contacto le dijo que encontraría una pequeña mochila con lo necesario para entrar en el recinto sin ser vista, pero no lograba vislumbrarla. Quizás se había desvíado del punto final a causa de la persecución, pero estaba segura de que no era así.
Quizás los agentes de seguridad la habían encontrado y estaban pendientes y preparados para el momento en que ella intentase burlar la protección, pero lo dudaba también, en ese caso debería estar en el modo de seguridad Alfa por el peligro de un posible atentado terrorista que era como la veían.

Finalmente, tras un rato buscando sin recompensa, se dió por vencida y empezó a pensar alguna forma de entrar. No tenía mucho tiempo. Según su reloj en menos de dos horas el IS Achelon despegaría y ya de nada serviría todo el esfuerzo y sacrificio.
Abrió su pequeña bolsa de viaje, pero no encontró nada que la pudiese ayudar a cortar aquellos barrotes de forjacero. Ademas escalar no era una opción por los sensores de movimiento que poseían, sin contar la corriente eléctrica que los atravesaba.

Cansada de pensar, echó a andar en dirección norte, buscando la compuerta de mantenimiento por donde debía entrar a la nave, y al llegar encontró un pequeño boquete en el último barrote de la valla, además de un pequeño hoyo cavado en el cemento. No sabía que significaba aquello ni quien habría sido el encargado, pero le había ahorrado trabajo y esfuerzo. Fuese quien fuese, tenía su agradecimiento. Miró a ambos lados para cerciorarse de que no había ningun vigilante patrullando capaz de verla, se agachó y hecha un ovillo pasó por el pequeño espacio libre.

Se volvió a ocultar bajo su capa y su capucha y echó a correr en dirección a aquella diminuta puerta de mantenimiento. No le costó mucho abrirla, el estar recién construida y no haber sufrido aún los daños térmicos de la entrada y salida de la atmósfera terrestre dejaba las uniones libres de grasa y deshechos espaciales. Suave como la seda y silenciosa como la muerta, la puerta cedió y se abrió, dejando a la vista un pequeño y angosto pasillo oscuro del cual no se vislumbraba el final.

Esta vez sí, la joven echó la mirada atrás para contemplar aquella colmena de metal, acero y titanio. Aquellas nubes grises y verdes de contaminación. Aquella ausencia total de vegetación y naturaleza.
Aquello iba a terminar, por fin había llegado el momento. En cuanto terminase su misión todo aquella impureza desaparecería y la naturaleza volvería a reinar sobre la Tierra.
Se volvió, y cerró la compuerta, que se volvió hermética al instante aislando cualquier sonido o luz exterior que quisiese entrar.

La joven sacó una pequeña linterna de uno de los bolsillos del pantalón, cargó con su bolsa de viaje, y poco a poco, con cuidado y mucho silencio, avanzó por el conducto sin saber donde le llevaría.  

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