miércoles, 5 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.2 (Beta-WIP)

Aquí entra la segunda parte del capítulo 1, además de haber hecho algunas correcciones al prólogo. Espero que os guste:


Como un fugaz haz de luz correteando por un tubo de neón, una pequeña figura encapuchada corrió por el estrecho callejón como si el mismísimo infierno la persiguiese. Saltando por encima de cartones, cajas, tubos de plásticos y envases de poliuertano reforzado, daba más la sensación de ser un gato enorme que una persona.
Varios metros más atrás un grupo de oscuras figuras la seguían, imperturbables pero imponentes. La oscuridad del callejón les escondía el rostro, lo que unido a su ropa negra prácticamente los convertía en una parte más del callejón y de la penumbra que reinaba en aquel lugar.

Grácil y rápida, la chica se escondió en un recoveco de ventilación que había entre unos escombros, se tapó un poco más el rostro con las prendas que portaba esperando silenciar su agitada y nerviosa respitación y que aquellas figuras pasaran de largo.
Uno. Dos. Tres. Sólo restaban dos y habría escapado de una vez. Cuatro. Sólo uno más. Sólo uno...
Cinco.

Un suspiro escapó de su boca, aliviada por fin de que hubiese terminado aquella pesadilla.
Sin embargo fue aquel suspiro el que llamó la atención del quinto perseguidor, que retrocedió, cauteloso, olfateando el aire como una bestia en busca de su invisible presa. La pequeña muchacha vió como los pies de aquel hombre se detenían justo delante del respiradero, y aguantando la respiración todo lo que pudo cerró los ojos y rezó porque no se agachase.
Cuando estaba a punto ya de respirar escuchó los pasos alejarse por donde habían ido sus compañeros.
Aun temerosa, no salió de su escondrijo durante unos largos minutos con tal de asegurarse de que todo había terminado. Temblorosa, se descubrió la boca para poder respirar mejor y que el oxígeno llenara sus pulmones y desenturbiase su mente.

Ya tranquila, se atrevió a asomarse por el hueco para revisar que no hubiese nadie en las cercanías, y salió. La luz de una de las farolas de la acera de enfrente le iluminó parcialmente, mostrando a una chica joven, de poco más de 17 años, delgada y con un aspecto muy frágil, como si una suave brisa pudiese hacerla quebrarse en mil trozos pequeños de cristal.
Rápidamente se cubrió con su capa y su capucha y volvió a subirse el turbante que le tapaba el rostro salvo sus ojos, oscuros como el fondo de un largo túnel.
Con la cabeza gacha salió a la calle, siempre andando por las zonas menos iluminadas, pasando desapercibida, siendo una sombra más que no llamase la atención de nadie.

Al poco rato de estar vagando entre aquellas sucias y oscuras callejuelas, pudo vislumbrar el muelle de embarque del IS Achelon, iluminado como una maravilla del mundo moderno. Era deplorable, aquel despreciable aparato traería la ruina al mundo entero, y el mundo entero lo veneraría como a un Dios. Aquello no podía continuar, no podía permitir que ese artilugio cumpliese su cometido, aunque su vida dependiese de ello. Aquel era su destino. Su nacimiento, su infancia, su juventud, su adolescencia, todo ello no fue más que una preparación para su cometido en la vida, y por Reilea que lo cumpliría.

Se apretó el cinto de la mochila a la cintura, las correas de los brazos, se arropó mejor entre su capa, y echó a correr a toda prisa hacia el embarcadero. Con suerte, nadie ser percataría de su presencia hasta que fuese demasiado tarde.

No miró atrás, porque no había nada por ver. No pensó en lo que dejaba atrás, porque no había nada en lo que pensar. No suspiró por nadie a quien dejase atrás, porque no había nadie por quien suspirar. Sólo quedaba ella. Era la última, la superviviente, la rezagada. Era un pedazo de historia del pasado que se negaba a no ser parte del futuro. Lo único que le quedaba era su futuro, y nada ni nadie lo iba a cambiar.

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