jueves, 6 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.3 (Beta-WIP)

Os dejo aquí la tercera parte del capítulo 1, espero que lo disfrutéis y os invito a comentarme cualquier corrección o anotación que creáis pertinente:


Una multitud se iba acumulando con el paso del tiempo alrededor de la entrada y las vallas de contención parecían estar a punto de ceder y quebrarse ante tanto peso y euforía incontenible.
Un pequeño pasillo se había formado por el cual los integrantes de la tripulación del IS Achelon iban pasando poco a poco, identificador en mano para ser validados y chequeados.

Las medidas de seguridad, ya de por sí altas en el hangar principal, se habían visto multiplicadas y elevadas exponencialmente hasta límites como nunca se había visto antes en todo Neopetra. Aquel iba a ser el acontecimiento del siglo, quizás hasta de la historia de la humanidad, y era de vital importancia evitar todo percance posible.
Guardias armados con rifles de fusión y equipo de asalto reforzado vigilaban cada centímetro y observaban a la multitud en el exterior en busca de cualquier posible indicio de peligro o amenaza.
Además, la élite praetoriana de la ciudad, con sus largas túnicas rojas y toda aquella parafernalia clasico-futurista en honor a los elitista guardia de la antigüedad, se había apostado a los lados de la plataforma de entrada a la nave, impertéritos, controlando cada movimiento y cada pensamiento de cada tripulante que subía.

Un joven se acercó al control de entrada, cargado con una mochila a la espalda. Era muy joven para el tipo de gente que había ido apareciendo a lo largo del día. Hombres y mujeres ya entrados en años o con suficientes primaveras a la espalda hacían contrastar la juventud de aquel chico. Las miradas de la muchedumbre cercana se posaron en él con curiosidad.

  • Su pase por favor. - Dijo la controladora. Era inexpresiva. Aunque al chico no le sorprendió, total, cualquier que se pasase 16 horas al día revisando pases de entrada y salida debía terminar cansado de un trabajo tan aburrido y monótono.

El chico entregó su pase rápidamente para no perder tiempo, tantas miradas le incomodaban y tenía ganas de entrar, buscar su camarote y desempaquetar sus pocas pertenencias.

  • Ianel Kelling, ¿correcto? - Pregunto la controladora con la mirada fija en la holopantalla que tenía a su izquierda oculta a la vista del resto.
  • Sí.
  • Puesto de biotecnólogo y nanomédico, ¿correcto?
  • Sí. - Aquella conversación empezaba a incomodarlo. Era como hablar con uno de los robots de servicio y mantenimiento de su piso.
  • Porfavor, acérquese para un análisis de retina y de huella dactilar.

Tras ambos análisis, la chica tecleó rápidamente algo en la holopantalla y un cartel de Aceptado cruzó su rostro y su pase pasó de color azul a verde con el borde amarillo.
Aquello le denotaba como miembro de la tripulación y lo ubicaba como miembro del equipo médico y de investigación médica. Era una forma rápida de controlar a cada miembro de la tripulación además de facilitar el acceso por el interior de la nave, donde todas las puertas debían abrirse mediante el pase personal, prohibiendo de esta forma el paso de ciertas personas a ciertos sitios.
Según le había contado su padre unicamente el Capitán de la nave tenia la franja dorada en su pase lo que le garantizaba el pase maestro en la nave y la capacidad para entrar en cualquier sala.

Recogió su nuevo pase y se lo colgó del cuello, volvió a cargarse la mochila a la espalda y avanzó hacia la plataforma de acceso al IS Achelon.
Cuanto mas se acercaba mas imponente e impresionante le parecía. Su padre le había había dicho maravillas, pero pese a todo, nunca imaginó que resultaría tan sobrecogedora. En verdad era la nave más increíble que había visto, y él iba a formar parte de su tripulación.

Avanzó entre las dos filas de la Guardia Praetoriana habían formado y subió lentamente por la rampa. Cuando llegó al final y vió el largo pasillo que había ante él no pudo más que sentirse intimidado por aquella belleza y magnificencia dignas de una obra clásica. Se giró para echar un último vistazo al exterior, a toda aquella muchedumbre, a las luces de neón y a aquella imagen plagada de rascacielos cada uno más alto que el anterior, como si intentasen rasgar la tela del cielo.
Sonrió, y se internó en la nave.

Los pasillos, anchos y altos, eran blancos con toques azulados por las columnas. Las luces no eran de neón si no de un metacrilato recientemente descubierto que gastaba una milésima parte de energía y además no dañaba de forma alguna la visión además de proporcionar un aumento de la temperatura que contrarestaba el frío del titanio y el acero de la nave.
Había puertas señalizadas con números a cada lado por lo que supuso que aquella debía ser uno de los pasillos de habitáculos para la tripulación. Al mirar el color de los letreros, vió que el borde era rojo, perteneciente al personal de mantenimiento y mecánica.

Llegó a un ascensor y entró. Había 35 pisos en aquel lado de la nave. Al mirar su tarjeta vió que bajo su nombre había aparecido el número 32B18. Piso 32, y la B significaba que su camarote poseía un balcón de observación. Así pues pulsó el número 32 y mientras las puertas se cerraban se despidió de la luz natural que aún entraba por la compuerta exterior. Su viaje daba comienzo.

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