lunes, 13 de febrero de 2012

Grifo de la vida

Cinco...cuatro...tres...dos...una...y se acaba.

Como una ordenada formación de gotas cayendo de un grifo mal cerrado los sucesos van pasando ante nuestros ojos mientras nos quedamos embelesados con su procesión y olvidamos cerrar el agua.

Hay ocasiones en que creemos que el tiempo se para sólo un instante, pero suficiente para poder ver una escena a través de una de ellas, una película, una novela, una historia de amor, de terror o de acción, pero una historia al fin y al cabo.
Son esos pequeños instantes que se vuelven eternos los que nos hacen disfrutar de cada momento hasta olvidar que el tiempo en verdad no se ha parado y que con cada gota que vemos caer, con cada historia que contemplamos, un año más cae a nuestras espaldas.

Hay quien dice que la misma mano que mece los vientos es la que un día, sin saber bien porqué, abre el grifo de nuestra vida dando paso a la caída de las gotas que nos forman. Sus razones tendrá piensan algunos. Ella sabrá lo que nos depara dicen otros. Pero la realidad es que somos nosotros mismos los que, presos de la curiosidad, abrimos nuestros propios grifos en un desesperado afán de intentar volver a ilusionarnos con cada pequeño detalle.

El aleteo de una mariposa, el viento acariciando la hierba de un prado, los girasoles retorciendo su delgado cuello para poder contemplar la majestuosidad del sol en todo momento. Momentos mundanos y a la vez mágicos que hacen que las gotas rompan el ritmo para ir más deprisa y o más despacio.

Pero como todo en esta vida, como una mariposa que es cazada, como el viento que se topa con un muro, como un girasol cortado, en algún momento se acaba el ritmo. Los brazos se cansan, los pies se detienen, la mirada se apaga, y en último suspiro, una mano cierra el grifo.

¿La mano de quién? Quién sabe. Nuestros ojos ya han sido cubiertos con el velo, a lo único que podemos aspirar es a escuchar el último grito de la última gota.

Y entonces, cuando el silencio se adueña de todo...

...una...dos...tres...cuatro...cinco...

...la cuenta vuelve a empezar, la procesión reanuda su marcha, porque no hay final sin comienzo ni comienzo sin final.

1 comentario:

  1. La vida es una repetición continua. Es como cuando conduces un coche: arrancas, aceleras, frenas, vuelves a acelerar. De vez en cuando el motor se cala, y a veces no nos resulta tan sencillo volver a arrancar. ¡A ver quién es el guapo que no se pone nervioso cuando pasa en la salida de una rotonda o en una cuesta...! Pero el coche siempre termina arrancando, aunque cueste, aunque seamos torpes. No es un mal símil ¿no? La clave es darle al contacto, aprender bien el juego de pies que hay que hacer y, por supuesto, disfrutar del viaje. No podemos parar, porque el mundo sigue, porque el tiempo pasa y porque nosotros nos merecemos vivir.

    ¡A ver si publicas con más frecuencia! :)

    ResponderEliminar