miércoles, 26 de octubre de 2011

Soledad a la deriva

Bueno, sobre este texto no puedo decir nada porque ya está todo dicho en él.



La lluvia repiqueteando en la ventana. Las cortinas pasadas y las luces apagadas. Una película en blanco y negro. Gritos mudos que rompen el silencio.
Siempre pensé que estarías a mi lado, llevándome de la mano a descubrir el mundo, a asombrarme de nuevo con las cosas que ya conozco.
Siempre pensé que no permitirías que nada ni nadie nos separase, que seguirías enseñándome a ser tu niño cada día.

Pero no todo sale como lo hemos planeado, ¿verdad? Te fuiste sin decir adiós, exhalaste tu último aliento en la más angustiosa soledad. La culpa me reconcome por dentro. Como un enjambre de termitas haces pedazos las maderas que me sujetan a la cordura. Me dejas a la deriva, como una vieja barca sin patrón, con el mástil partido y el timón caído. Con las velas rasgadas y el casco hendido no puedo más que esperar mi última tormenta que me lleve al fondo del mar.

Pero qué difícil es olvidarte, y que imposible resulta recordarte. Atrapado entre la espada invisible y la pared inevitable siento el frío acero acercarse a mi garganta. Tus recuerdos, tus ojos fríos sin vida, tu piel dura como el más frío glaciar, el aroma a formol que te envuelve y la fina seda de los que han dado el paso te envuelve. Tu última imagen graba surcos invisibles en mi corazón, en mi mente y en mi ser con un fuego que no se puede extinguir. La congoja, la añoranza y la culpa han decidido instalar su campamento base en la cima de la montaña que es mi vida.

Intento recordarte andando, sonriendo o cantando. Intento recordar tus bromas, tus fotografías o nuestras excursiones. Intento recordar tus consejos, tu forma de vida. Intento recordar tus ojos, tu boca, tu voz. Pero no hay más que una gran negrura en esta película llamada Nosotros.
Ahora ya no puedo andar erguido, ya no puedo mirar al frente con orgullo. No soy más que un cojo de piernas sanas, un tuerto que no ha perdido visión, un manco que escribe con ambas manos.
Tu partida sin regreso me ha dividido. Has borrado una parte de mí importante, la parte de mí que me ha hecho ser como soy y que no puedo recuperar.

Y me siento perdido. Perdido por no saber hacía donde ir al no saber de donde vengo. Perdido por no tener más que soledad que me acompañe en mis paseos. Perdido por no tener una voz que me reconforte en los malos momentos y de el consejo acertado cuando más se requiere su servicio.
Perdido porque un hijo sin padre es como una película sin cinta, como una canción sin música o un libro sin palabras.

Así que este es el final, tu final, nuestro final. No es un hasta luego, un hasta mañana o hasta la próxima. Es un hasta siempre, es un ha sido un placer. Es un adiós, es el último adiós. Así que, estés donde estés, solo puedo pedirte una cosa. Espérame, espérame por favor, guárdame un sitio a tu lado hasta el día en que se le acabe la arena a mi reloj y pueda, al fin, volver a verte. Mientras tanto, seguiré viviendo la vida que tú me diste, por mí, por ti, pero sobretodo, por nosotros.

martes, 25 de octubre de 2011

Swanee River

Bueno, dejo aquí algo que acabo de escribir. Gracias a esa musa que me ha inspirado como hacía muchos años que ya no me pasaba.


Aún recuerdo cuando andaba por las angostas y vacías calles acompañado por nada más que el silencio y los recuerdos.
Aún recuerdo que no quería recordar mi anterior vida.
Las farolas iluminando los viejos y desgastados adoquines no hacían más que recalcar ese aspecto de otra época que respiraba aquel lugar.
Pero no fue hasta que te vi que pude retroceder cincuenta años, codearme con los grandes y los pequeños, gabardina y sombrero, bufanda al cuello y oler el pasado.
No fue hasta que te vi que supe que eras mi Swanee River. No fue hasta que te vi que supe que eras la única capaz de hacer que el ritmo de mi vida cambiase drásticamente a momentos.

Tú eras la única que hacías vibrar cada fibra, la única capaz de sacar la melodía, el blues, el jazz, el soul. Y, al instante siguiente, con una mirada, con una sonrisa, con un atisbo de tu picardía y sensualidad, cambiarme al rock, al punk. Un suspiro, una palabra, una risa grácil y liviana y me transportabas a los mundos del indie y del folk.
Las musas te envidiaban porque tú eras la música en si misma. Tú eras la guitarra, el piano y el bajo. Tú eras la voz principal y la acompañante. Tú eras el ritmo y la música. Sólo tú.

Fuiste la única capaz de hacer volver a la caprichosa inspiración de su recóndito escondite. Fuiste la única capaz de doblegar lo indoblegable y domar lo indomable.
Contigo el blanco se volvía negro para luego estallar en mil colores. Tú conseguías hacerme sentir especial, hacerme escribir, bailar y cantar.

El tiempo te respetaba y te permitía jugar con él a tu antojo. Lento y rápido, ayer y mañana, un chasquido de tus dedos, un beso al aire, dos coqueteos y tenías la fórmula para hacer del mundo un sitio mágico.
Nunca entendí porqué te mantenías alejada. Quizás fuese el miedo a perderte a ti misma. Quizás fueses demasiado libre para estar encerrada. Siempre quise estar a tu lado, un compañero de baile, un compañero de pluma y pincel.
No te culpes por ser culpable, era inevitable. Eres inevitable, me cautivaste con tu primera sonrisa. Me conquistaste con tu primera mirada. Y me atrapaste por siempre con el primer sonido de tu risa.

No me preocupé por saber del destino, ni el más caprichoso dios podría dominarme o controlarme. Yo ya era tuyo antes de saber de ti, yo ya era tuyo antes siquiera de saber de mí. Haz lo que quieras, sólo tú sabes que teclas tocar, sólo tú sabes como hacerme vibrar y brillar. Sólo tú sabes hacerme sentir especial. Así que, ¿querrás ser mi Swanee River esta noche? Mañana ya tendremos tiempo de pensar que hacer o ser, porque, ¿qué prisa tenemos? Eres música, eres inspiración, eres literatura, filosofía y ciencia, eres eterna.

viernes, 7 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.4 (Beta-WIP)

Aquí os dejo el siguiente trozo, espero que alguien se digne a comentar algo algún día, que los consejos y las críticas siempre vienen bien:


Atónita, la joven encapuchada, se detuvo frente a la alambrada que envolvía el hangar donde el IS Achelon aguardaba el momento de su despegue.
Sus ojos no daban crédito de lo que veían. Sabía que iba a ser una nave grande, que aquel monstruo de metal sería terrorífico, pero nunca imaginó que pudiese llegar a ser tan increiblemente grande.
Daba la sensación que si intentabas contemplarlo en su totalidad desde la cercanía tus ojos siempre perderían alguna parte y tu cuello terminaría por quebrarse.

Tras unos instantes logró dominar su asombro y buscó el punto que le habían dicho. Su contacto le dijo que encontraría una pequeña mochila con lo necesario para entrar en el recinto sin ser vista, pero no lograba vislumbrarla. Quizás se había desvíado del punto final a causa de la persecución, pero estaba segura de que no era así.
Quizás los agentes de seguridad la habían encontrado y estaban pendientes y preparados para el momento en que ella intentase burlar la protección, pero lo dudaba también, en ese caso debería estar en el modo de seguridad Alfa por el peligro de un posible atentado terrorista que era como la veían.

Finalmente, tras un rato buscando sin recompensa, se dió por vencida y empezó a pensar alguna forma de entrar. No tenía mucho tiempo. Según su reloj en menos de dos horas el IS Achelon despegaría y ya de nada serviría todo el esfuerzo y sacrificio.
Abrió su pequeña bolsa de viaje, pero no encontró nada que la pudiese ayudar a cortar aquellos barrotes de forjacero. Ademas escalar no era una opción por los sensores de movimiento que poseían, sin contar la corriente eléctrica que los atravesaba.

Cansada de pensar, echó a andar en dirección norte, buscando la compuerta de mantenimiento por donde debía entrar a la nave, y al llegar encontró un pequeño boquete en el último barrote de la valla, además de un pequeño hoyo cavado en el cemento. No sabía que significaba aquello ni quien habría sido el encargado, pero le había ahorrado trabajo y esfuerzo. Fuese quien fuese, tenía su agradecimiento. Miró a ambos lados para cerciorarse de que no había ningun vigilante patrullando capaz de verla, se agachó y hecha un ovillo pasó por el pequeño espacio libre.

Se volvió a ocultar bajo su capa y su capucha y echó a correr en dirección a aquella diminuta puerta de mantenimiento. No le costó mucho abrirla, el estar recién construida y no haber sufrido aún los daños térmicos de la entrada y salida de la atmósfera terrestre dejaba las uniones libres de grasa y deshechos espaciales. Suave como la seda y silenciosa como la muerta, la puerta cedió y se abrió, dejando a la vista un pequeño y angosto pasillo oscuro del cual no se vislumbraba el final.

Esta vez sí, la joven echó la mirada atrás para contemplar aquella colmena de metal, acero y titanio. Aquellas nubes grises y verdes de contaminación. Aquella ausencia total de vegetación y naturaleza.
Aquello iba a terminar, por fin había llegado el momento. En cuanto terminase su misión todo aquella impureza desaparecería y la naturaleza volvería a reinar sobre la Tierra.
Se volvió, y cerró la compuerta, que se volvió hermética al instante aislando cualquier sonido o luz exterior que quisiese entrar.

La joven sacó una pequeña linterna de uno de los bolsillos del pantalón, cargó con su bolsa de viaje, y poco a poco, con cuidado y mucho silencio, avanzó por el conducto sin saber donde le llevaría.  

jueves, 6 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.3 (Beta-WIP)

Os dejo aquí la tercera parte del capítulo 1, espero que lo disfrutéis y os invito a comentarme cualquier corrección o anotación que creáis pertinente:


Una multitud se iba acumulando con el paso del tiempo alrededor de la entrada y las vallas de contención parecían estar a punto de ceder y quebrarse ante tanto peso y euforía incontenible.
Un pequeño pasillo se había formado por el cual los integrantes de la tripulación del IS Achelon iban pasando poco a poco, identificador en mano para ser validados y chequeados.

Las medidas de seguridad, ya de por sí altas en el hangar principal, se habían visto multiplicadas y elevadas exponencialmente hasta límites como nunca se había visto antes en todo Neopetra. Aquel iba a ser el acontecimiento del siglo, quizás hasta de la historia de la humanidad, y era de vital importancia evitar todo percance posible.
Guardias armados con rifles de fusión y equipo de asalto reforzado vigilaban cada centímetro y observaban a la multitud en el exterior en busca de cualquier posible indicio de peligro o amenaza.
Además, la élite praetoriana de la ciudad, con sus largas túnicas rojas y toda aquella parafernalia clasico-futurista en honor a los elitista guardia de la antigüedad, se había apostado a los lados de la plataforma de entrada a la nave, impertéritos, controlando cada movimiento y cada pensamiento de cada tripulante que subía.

Un joven se acercó al control de entrada, cargado con una mochila a la espalda. Era muy joven para el tipo de gente que había ido apareciendo a lo largo del día. Hombres y mujeres ya entrados en años o con suficientes primaveras a la espalda hacían contrastar la juventud de aquel chico. Las miradas de la muchedumbre cercana se posaron en él con curiosidad.

  • Su pase por favor. - Dijo la controladora. Era inexpresiva. Aunque al chico no le sorprendió, total, cualquier que se pasase 16 horas al día revisando pases de entrada y salida debía terminar cansado de un trabajo tan aburrido y monótono.

El chico entregó su pase rápidamente para no perder tiempo, tantas miradas le incomodaban y tenía ganas de entrar, buscar su camarote y desempaquetar sus pocas pertenencias.

  • Ianel Kelling, ¿correcto? - Pregunto la controladora con la mirada fija en la holopantalla que tenía a su izquierda oculta a la vista del resto.
  • Sí.
  • Puesto de biotecnólogo y nanomédico, ¿correcto?
  • Sí. - Aquella conversación empezaba a incomodarlo. Era como hablar con uno de los robots de servicio y mantenimiento de su piso.
  • Porfavor, acérquese para un análisis de retina y de huella dactilar.

Tras ambos análisis, la chica tecleó rápidamente algo en la holopantalla y un cartel de Aceptado cruzó su rostro y su pase pasó de color azul a verde con el borde amarillo.
Aquello le denotaba como miembro de la tripulación y lo ubicaba como miembro del equipo médico y de investigación médica. Era una forma rápida de controlar a cada miembro de la tripulación además de facilitar el acceso por el interior de la nave, donde todas las puertas debían abrirse mediante el pase personal, prohibiendo de esta forma el paso de ciertas personas a ciertos sitios.
Según le había contado su padre unicamente el Capitán de la nave tenia la franja dorada en su pase lo que le garantizaba el pase maestro en la nave y la capacidad para entrar en cualquier sala.

Recogió su nuevo pase y se lo colgó del cuello, volvió a cargarse la mochila a la espalda y avanzó hacia la plataforma de acceso al IS Achelon.
Cuanto mas se acercaba mas imponente e impresionante le parecía. Su padre le había había dicho maravillas, pero pese a todo, nunca imaginó que resultaría tan sobrecogedora. En verdad era la nave más increíble que había visto, y él iba a formar parte de su tripulación.

Avanzó entre las dos filas de la Guardia Praetoriana habían formado y subió lentamente por la rampa. Cuando llegó al final y vió el largo pasillo que había ante él no pudo más que sentirse intimidado por aquella belleza y magnificencia dignas de una obra clásica. Se giró para echar un último vistazo al exterior, a toda aquella muchedumbre, a las luces de neón y a aquella imagen plagada de rascacielos cada uno más alto que el anterior, como si intentasen rasgar la tela del cielo.
Sonrió, y se internó en la nave.

Los pasillos, anchos y altos, eran blancos con toques azulados por las columnas. Las luces no eran de neón si no de un metacrilato recientemente descubierto que gastaba una milésima parte de energía y además no dañaba de forma alguna la visión además de proporcionar un aumento de la temperatura que contrarestaba el frío del titanio y el acero de la nave.
Había puertas señalizadas con números a cada lado por lo que supuso que aquella debía ser uno de los pasillos de habitáculos para la tripulación. Al mirar el color de los letreros, vió que el borde era rojo, perteneciente al personal de mantenimiento y mecánica.

Llegó a un ascensor y entró. Había 35 pisos en aquel lado de la nave. Al mirar su tarjeta vió que bajo su nombre había aparecido el número 32B18. Piso 32, y la B significaba que su camarote poseía un balcón de observación. Así pues pulsó el número 32 y mientras las puertas se cerraban se despidió de la luz natural que aún entraba por la compuerta exterior. Su viaje daba comienzo.

miércoles, 5 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.2 (Beta-WIP)

Aquí entra la segunda parte del capítulo 1, además de haber hecho algunas correcciones al prólogo. Espero que os guste:


Como un fugaz haz de luz correteando por un tubo de neón, una pequeña figura encapuchada corrió por el estrecho callejón como si el mismísimo infierno la persiguiese. Saltando por encima de cartones, cajas, tubos de plásticos y envases de poliuertano reforzado, daba más la sensación de ser un gato enorme que una persona.
Varios metros más atrás un grupo de oscuras figuras la seguían, imperturbables pero imponentes. La oscuridad del callejón les escondía el rostro, lo que unido a su ropa negra prácticamente los convertía en una parte más del callejón y de la penumbra que reinaba en aquel lugar.

Grácil y rápida, la chica se escondió en un recoveco de ventilación que había entre unos escombros, se tapó un poco más el rostro con las prendas que portaba esperando silenciar su agitada y nerviosa respitación y que aquellas figuras pasaran de largo.
Uno. Dos. Tres. Sólo restaban dos y habría escapado de una vez. Cuatro. Sólo uno más. Sólo uno...
Cinco.

Un suspiro escapó de su boca, aliviada por fin de que hubiese terminado aquella pesadilla.
Sin embargo fue aquel suspiro el que llamó la atención del quinto perseguidor, que retrocedió, cauteloso, olfateando el aire como una bestia en busca de su invisible presa. La pequeña muchacha vió como los pies de aquel hombre se detenían justo delante del respiradero, y aguantando la respiración todo lo que pudo cerró los ojos y rezó porque no se agachase.
Cuando estaba a punto ya de respirar escuchó los pasos alejarse por donde habían ido sus compañeros.
Aun temerosa, no salió de su escondrijo durante unos largos minutos con tal de asegurarse de que todo había terminado. Temblorosa, se descubrió la boca para poder respirar mejor y que el oxígeno llenara sus pulmones y desenturbiase su mente.

Ya tranquila, se atrevió a asomarse por el hueco para revisar que no hubiese nadie en las cercanías, y salió. La luz de una de las farolas de la acera de enfrente le iluminó parcialmente, mostrando a una chica joven, de poco más de 17 años, delgada y con un aspecto muy frágil, como si una suave brisa pudiese hacerla quebrarse en mil trozos pequeños de cristal.
Rápidamente se cubrió con su capa y su capucha y volvió a subirse el turbante que le tapaba el rostro salvo sus ojos, oscuros como el fondo de un largo túnel.
Con la cabeza gacha salió a la calle, siempre andando por las zonas menos iluminadas, pasando desapercibida, siendo una sombra más que no llamase la atención de nadie.

Al poco rato de estar vagando entre aquellas sucias y oscuras callejuelas, pudo vislumbrar el muelle de embarque del IS Achelon, iluminado como una maravilla del mundo moderno. Era deplorable, aquel despreciable aparato traería la ruina al mundo entero, y el mundo entero lo veneraría como a un Dios. Aquello no podía continuar, no podía permitir que ese artilugio cumpliese su cometido, aunque su vida dependiese de ello. Aquel era su destino. Su nacimiento, su infancia, su juventud, su adolescencia, todo ello no fue más que una preparación para su cometido en la vida, y por Reilea que lo cumpliría.

Se apretó el cinto de la mochila a la cintura, las correas de los brazos, se arropó mejor entre su capa, y echó a correr a toda prisa hacia el embarcadero. Con suerte, nadie ser percataría de su presencia hasta que fuese demasiado tarde.

No miró atrás, porque no había nada por ver. No pensó en lo que dejaba atrás, porque no había nada en lo que pensar. No suspiró por nadie a quien dejase atrás, porque no había nadie por quien suspirar. Sólo quedaba ella. Era la última, la superviviente, la rezagada. Era un pedazo de historia del pasado que se negaba a no ser parte del futuro. Lo único que le quedaba era su futuro, y nada ni nadie lo iba a cambiar.

martes, 4 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Capítulo 1.1 (Beta-WIP)

Antes de nada, decir que en el post inferior tenéis el prólogo actualizado y, en principio, terminado. Según vaya actualizando partes os iré avisando en el último post escrito.
A continuación os dejo ya con el comienzo del primer capítulo:


CAPÍTULO 1

Todo estaba listo. Tras varias semanas de preparaciones, discusiones y disgustos burocráticos. Tras varias semanas de carreras matutinas y nocturnas. Tras varias semanas de preparaciones físicas y psicológicas exhaustivas, el día de embarque había llegado.

Aún no podía creerlo. Toda su vida había soñado con poder salir al espacio. Que grandiosos parecían aquellos viajes que mostraban las holopantallas de las calles de Neopetra. Siempre esos anuncios extravagantes, con mucha gente sonriente. Toda aquella parafernalia de crear un nuevo futuro, de salvar a la humanidad, al final terminaban por introducir dicha idea en tu cabeza y en darte cuenta ya estabas soñando con viajes espaciales y ser un héroe mundial.

De esa forma tan simple se encontró con 19 años estudiando en la universidad la especialidad de nanomedicina y biorobótica. No fue una época fácil. La pérdida de su padre aquel mismo año le hizo plantearse las cosas desde otro punto de vista y cambiar su forma de ver la vida. Quizás fué aquello lo que le impulsó total y definitivamente a orientar su futuro a la robótica y la medicina. Que mejor manera de curar las enfermedades de la gente que mediante implantes mecánicos que no degenerasen con el tiempo. Que mejor manera de curar la pérdida de tejido cerebral y de capacidades cognitivas que mediante nanorobots, pequeños microordenadores del tamaño de un glóbulo rojo pero capaces de almacenar toda la memoria de un ser humano y sus conocimientos en la mitad de su disco duro. ¿Y si podía hacer que las personas potenciasen sus capacidades cognitivas, su memoria, su inteligencia, su capacidad de observación, asimilación y aprendizaje? ¿Hasta dónde podría llegar entonces el límite humano?

Con 23 años había terminado la carrera licenciándose con honores y con un proyecto de fin de carrera que le permitió ganarse aquel puesto en el transbordador IS Achelon, la nave espacial de investigación, búsqueda y rescate más avanzada y preparada de la historia de la humanidad.
Desde que era pequeño, su padre, que había trabajado como ingeniero de metafísica en la creación del IS Achelon le había estado hablando de las maravillas de aquella nave. Decía que era como ver lo mejor y más nuevo de Neopetra en una nave espacial. Zonas hospitalarias, de investigación, de entrenamiento, de descanso. En su mente el IS Achelon era como el Arca de los dioses.

Terminó de preparar su equipaje, que aunque importante, era relativamente escaso. Unas cuantas prendas de ropa favoritas, sobretodo heredadas de su padre. Su pequeño portátil, su plataforma portátil táctil o como las llamaba todo el mundo, su PPT, la navaja multiusos de su padre, el carnet de identificación, su e-book y, aunque mucha gente se reía de él, su arcaica cámara de fotos. Se había negado a jubilarla pese a ser una Reflex de hacía mas de 150 años. Para él era muy especial y por nada del mundo se desharía de ella.

Con la mochila cargada a la espalda abrió la puerta, se dió la vuelta, y echó un último vistazo a la que había sido su casa durante los últimos 4 años. Que pequeño y vacío parecía ahora su apartamento. Pequeño, vacío y sobretodo, frío. Puede que esa fuese la impresión que le diese a todo el mundo cuando recibía visitas, pero para él había sido su pequeño rincón donde evadirse, trabajar y recordar el pasado. Con un suspiro y una caricia al pequeño marco de la puerta cerró y paso su mano por el sensor para cerrarla, seguramente, por muchos años. Se tomó un último momento para despedirse por dentro, y echó a andar por el pasillo. Atrás quedaba su pasado, y frente a él, un futuro que aún estaba por descubrir.

lunes, 3 de octubre de 2011

El Síndrome Belerofonte - Prólogo (Beta)



PRÓLOGO

Oscuridad.

Nada más y nada menos. Aquello era lo único que podía ver a través del grueso cristal de seguridad. Cuando embarcó no pensó que sería tan triste y frío todo.

El espacio es frío, el espacio es oscuro, se decía a sí mismo. Sí, lo era, pero nunca imaginó que hasta tal punto. Nunca hasta el punto de echar de menos las atiborradas y contaminadas calles de Neopetra, la capital del tercer cuadrante de Terra.

Terra...nunca entendió el porqué de cambiarle el nombre a un planeta después de tantos milenios. Ni que hubiese alguien ahí fuera, más allá de toda esa oscuridad, a quién le importase un mínimo si se llamaba Terra o La Tierra.

Escuchó un repiqueteo en la cercanía que le sacó de sus divagaciones y le hizo enderezarse y estirar los brazos y las piernas. Tenía que reconocer, eso sí, que la ropa de viaje, era realmente cómoda, debía haber costado una millonada. Fue una idea que no le entusiasmó, pero prefirió no darle mas vueltas. Arqueó la espalda, estiró los brazos, hizo unos pocos movimientos para readaptar los músculos a una nueva postura tras haber estado...no sabía ya cuanto tiempo sentado, en este lugar uno perdía la noción del tiempo antes de pestañear.

Pasó la mano por el sensor y encendió las luces exteriores, las que iluminaban lo necesario para no tropezarte con cables o rejillas de ventilación y permitían que el gasto de energía fuese infinitesimal.
No necesitó andar demasiado para descubrir el origen de ese molesto repiqueteo. Teclas, siempre eran teclas. Ese maldito robot de mantenimiento realizaba las tareas diarias de mantenimiento. C-US, era divertido pese a ser un robot, eso había que reconocerlo. Debía tener bien implementada la sección de humor y amenización del ambiente. Todo con tal de hacer la rutina más llevadera.

Tras revisar que todo funcionaba correctamente en la sala de mantenimiento, se abrió paso hasta la camara de biomantenimiento donde almacenaban las plantas encargadas de proporcionar oxígeno y reciclar el dióxido de carbono que la tripulación expulsaba con cada respiración. Se detuvo en la puerta, con la sala apenas iluminada, sólo la alimentación de los vegetales y la luminiscencia del suero acuoso que se les suministraba proporcionaba algo de luz, dándole un aspecto tétrico y muerto a todo. Aquella debia ser, quizás, una de las salas más importantes, que fácil podía resultar a cualquiera mandar a todos al otro barrio, solo con desconectar unos cables y matar aquellas plantas se acabaría el suministro ilimitado de oxígeno. Una muerte lenta, angustiosa y poco placentera. Un escalofrío le recorrió la columna al imaginárselo. No hubiese sido la primera vez, ya había habido casos anteriormente de lunáticos que habían asesinado a toda la tripulación por algun trastorno. Malditos lunáticos, cuánto daño habían hecho.

Siguió su camino hasta la sala de criogenización, donde por turnos, la tripulación descansaba y dormía con tal de hacer mas llevadero el viaje y que todos pudiesen llegar al final, a su objetivo. Comprobó los medidores térmicos y sensoriales de cada cabina ocupada. Todo correcto, todo estable. Todo monótono.

Cansado de la corta patrulla decidió darla por terminada por ahora, volver a su ventana y más tarde, quién sabe cuándo, terminarla. Total, dudaba mucho que por no terminar su patrulla fuese a pasar algo. Nunca pasaba nada. Era el pan de cada día de aquel maldito lugar. Un enorme e increíble montón de nada. Absoluta y desesperadamente nada. Podía permitirse el lujo de divagar y descansar un poco. Nadie iba a decirle nada porque todo el mundo dormía. Sólo él estaba despierto, sólo él estaba consciente, sólo él tenía que hacer frente a aquel vacío total y a aquel aburrimiento.

Volvió a pasar la mano por el sensor y apagó las luces exteriores. Volvió al alfeizar de su ventana y siguió mirando, esperando ver alguna luz que rompiese la monotonía del espacio. Maldito espacio, y maldita oscuridad. Malditos ambos.

domingo, 2 de octubre de 2011

Izando las velas

No tengo mucho que decir, por ahora.

Este será mi pequeño, frío pero acogedor desván donde poder contar mis pensamientos, mis experiencias y mis anhelados sueños que están por llegar.

Todos sois bienvenidos, pero la educación es la única regla universal que rige este pequeño universo; ignórala y serás castigado.

Coged sitio, abrid bien los oídos, relajad los músculos, y dejaros llevar por el Achelon.